Hay dos motivos por los que se escribe un relato: por inspiración o por encargo.
El primero es simple.
Un día estás fregando,
duchándote, haciendo la compra o cualquier otra estúpida y rutinaria tarea para
la que no requieras enganchar el cerebro y de pronto… ahí está; una idea
pertinaz y cabrona que empiezas a rumiar y que no te puedes quitar de encima ni
con agua caliente.
Te sientas, escribes tus mil
o tres mil palabras (o las que sean) y evacúas de ti esa infección. Te liberas
y ya.
Esta es la forma más
nutritiva y realizadora de hacerlo porque sale de forma natural, pero no
siempre son así las cosas. A veces te tienes que forzar a enfrentarte a la temida
página en blanco porque has visto un concurso que te gusta o porque simplemente
tienes que cubrir una cuota de escritura, bien porque tengas un blog, bien
porque te lo has autoimpuesto. Esta forma también es sencilla, aunque requiere
de cierta dosis de esfuerzo adicional.
Un truco infalible para
hacerlo es recurrir a internet.
¿Sabes todos esos clickbait
que te vuelan la cabeza porque no los quieres abrir, pero te queman los dedos?
“Una mujer rescata a un
perro y cuando el marido lo ve llama a la policía”.
“Una familia se toma una
foto al año durante veinte años. No te pierdas lo que pasa al final”.
“A Shirley le encuentran un
bulto en la cabeza. No te creerás lo que tenía ahí”.
A veces ni siquiera es
necesario que los abras, basta con el título para que se te empiece a ocurrir
qué narices ha pasado y tú solito te montes una película que, por suerte o por
desgracia, en nada tiene que ver con el rollo que te van a contar.
Si aún así tu imaginación no
da para inspirarte solo con el título puedes abrir la noticia y leerla entera.
Tú les regalarás una visita, ellos a ti una idea que vale oro.
Otra opción es documentarte
sobre un hecho en concreto. Si el relato que pretendes crear está relacionado
con un tema específico, puedes usar San Google para buscar historias afines.
Recuerda que un relato corto
debe reunir en un breve espacio una trama principal, presentación, nudo y
desenlace, y que para que permanezca en la memoria del lector debe ser
impactante.
Para crear impacto en el lector
hay varias técnicas. Yo recomiendo un libro IMPRESIONANTE, que se llama “Laciencia de contar historias” de Will Storr, que se mete en los entresijos
de la mente humana para desgranar cuáles son los fenómenos que llevan a la
gente a interesarse por unas historias y no por otras. Es muy técnico y muy
instructivo si tu intención es crear un impacto. El arte de crear historias ya
no es magia, es ciencia.
Otra forma más simple de
llamar la atención, si no quieres ahondar más en el asunto, es hacer una recopilación
de historias sobre esa temática y seleccionar aquellas que más te hayan
asombrado para, posteriormente, hacer tu propia versión de las mismas.
Si es una historia de amor
puedes ir directamente a la sección de faranduleo de cualquier revista y
basarte en alguna de las mil crónicas de amores y desamores de actores de Hollywood,
el mundo de la canción o, tal vez, de gente corriente que haya vivido algo que
te deja con el corazón del revés (recuerda los clickbait)
Con asesinatos y sucesos
escabrosos lo tienes incluso más fácil: abres el periódico y tienes para
elegir. La crónica negra de España (y del mundo) da para escribir versiones
hasta el infinito. Recuerda que la realidad siempre supera a la ficción.
En este sentido también se
puede usar una buena canción: coge tu canción favorita, o esa que no te puedes
quitar de la cabeza, evalúa la letra y desarrolla una historia a partir de ahí.
Yo he publicado varios relatos con esta técnica y creo que han quedado bastante
resultones: Peor para el sol, Si quieres encontrarme…
En la era de la información
no te vale mirar a la pantalla del Word durante una hora y decir “no tengo ni
idea”. Abre Google, investiga un poco, cambia personajes, escenarios y dale una
vuelta de tuerca.
Si a ti te ha impactado, ten por seguro que al lector también.
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